
Hasta en este oficio hay categorías, pensé. Los guardaespaldas de los empresarios amenazados pueden ir de sport, pero ofrecen un aspecto de máxima confianza; los de los políticos forales suelen llevar traje, y parece que dediquen todo su tiempo libre al deporte. Los de los jueces pueden llevar traje, que les sienta como un frac a un lolailo, y no suelen estar muy en forma (pero conservan la línea), sin embargo podrían pegarle un tiro a una mosca con una carabina de feria.
Los guardaespaldas municipales parecen temporeros moldavos vestidos y duchados en los locales de las Hermanitas de los Pobres, su estado físico es algo que ya fue, y su puntería no alcanza a mear dentro de la taza.
Pero los de la alcaldesa parecen geos israelíes. Y es que Yolanda Barcina no es tonta. No señor.
Si yo tuviera que, je je, llevar guardaespaldas contrataría a unos esquizoides de esos que protegen a Tzipi Livni. Cuadradotes, altísimos y musculosos, con pintas de poder sobrevivir un mes en el desierto del Neguev comiendo antenas de saltamontes, y capaces de desactivar una bomba a ciegas en la oscuridad.
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