sábado, 23 de junio de 2007

El mundo, sin los EEUU, sería mucho peor.

Los EEUU hacen algo positivo con los inmigrantes italianos y germanos. Los afina. Los humaniza.

Fíjate en Louise Ciccone. Si sus padres hubieran decidido quedarse en Italia ahora ella no se llamaría Madonna y con suerte habría llegado a presentadora de programas de varietés de la RAI. Y sin suerte, se habría quedado en puta. Como americana, ha vendido millones de discos y ha promovido la creación de la Santa Inquisición Ortodoxa en Rusia y en Serbia.

Linda Fiorentino. En vez de trabajar de modelo en las pasarelas sicilianas donde como mucho habría fascinado a la esposas cejijuntas de los mafiosos, protagoniza películas mediocres que malgastan su talento y su encanto transformándola sin querer en ídolo de generaciones futuras.

Fíjate en Renée Zellwegger. Si fuera alemana parecería la versión abotargada de Gunilla von Bismarck y estaría vendiendo bisutería kitsch en las aceras de Torremolinos. Sin embargo, como americana resulta deliciosa y fina, nada teutona, nada nibelunga. Probablemente no sepa quién fue Goethe ni dónde caía Prusia Oriental.

¿Y Arnold Schwartzenegger? ¿Te lo imaginas viviendo aún en Austria? Podría haber desencadenado la III Guerra Mundial después de fracasar en una de esas series de policías con perro para las que no se requieren dotes interpretativas.

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