viernes, 16 de noviembre de 2007

Alergia

Yo me podría suicidar “tranquilamente” comiéndome un kiwi. Desde luego, ahora Lucrecia Borgia y sus secuaces lo tendrían de lo más fácil para cargarse a cualquier enemigo político sin levantar sospechas. En lugar de emplear belladona y beleño y esas cosas podrían utilizar, yo que sé, pelo de gato o ácaros.

Sócrates ahora se suicidaría probando un plato de fresas con nata. Las emperatrices chinas que ingerían una bola de oro para perforarse el estómago morirían ahora más poéticamente tumbándose en un lecho de gramíneas.

Hay que acabar con

El lirismo de las crónicas ciclistas de la prensa deportiva. Mejor la descripción somera de los hechos (o de las sospechas) mediante una prosa telegráfica lo más neutra posible. O si no, la aplicación de ese lirismo a todas las demás reseñas: a los partidos de petanca de tercera regional y a los descensos de la copa del mundo de bobsleigh. La prensa diaria tendría que prescindir de las páginas deportivas (en beneficio de las culturales, por ejemplo) y el Marca o el As alcanzarían el grosor de la guía telefónica de una provincia mediana.

Hay que apoyar a

Los bares para no fumadores. Cuando existan, claro.

Visto u oído

Tres chicas como de quince años. Encantadoras. Preciosas. Bien vestidas, elegantes. Dinero y buena educación. Detenidas junto a mí ante el semáforo. Alcancé a escuchar lo que decía la más modosa: “… Menganito me ha confesado que el otro día le chupó la polla a Fulanito. Que sólo fue un lengüetazo, para probar. Y que sabía salada…” Me convencí definitivamente de que para alguien de su edad, una persona que haya peinado la primera cana es invisible.

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