viernes, 23 de noviembre de 2007

Creced y multiplicaos

Mantengo a menudo una discusión con V. Según ella, la ciencia avanza que es una barbaridad y no sabemos si un feto de 800 gramos depositado en una incubadora del tamaño de una caja de bombones Ferrero-Rocher de esas transparentes no será en un futuro campeón olímpico de lanzamiento de martillo.

Yo opino que lo mejor es ahogarlo con un babero empapado en cloroformo. O mejor, ahogar a sus progenitores. Hay más niños minusválidos de los que nos pensamos. Seguro que el porcentaje se ha disparado en los últimos años gracias al avance de la medicina. Antes se hubieran muerto, y no habrían sufrido. Porque los niños sufren y no hay que esperar a que lleguen a la adolescencia para que lo manifiesten en forma de reproches contra sus padres o contra el equipo médico que les atendió cuando con cinco meses les transplantaron el sistema respiratorio completo y la mitad del digestivo, lo que les ha convertido en unos alfeñiques blancuzcos y peludos necesitados de tanta cantidad de fármacos como de alimentos.

Que un porcentaje de niños viva un desvivir infantil, está dentro de las crueldades lógicas de la existencia. Sigue habiendo criaturas que se ahogan con el cordón umbilical, que desarrollan enfermedades imprevisibles, que corren tras una pelota y son atropellados por un coche.

Lo que no es lógico es que la gente, por tener descendencia, acepte el reto de embarazos múltiples a edades avanzadas, o el reto de la adopción de niños con minusvalías procedentes de países donde hasta hace poco los dejaban a merced de las hienas, de los cóndores, o de los cangrejos.

Eso es puro egoísmo, e inconsciencia plena.

Pero claro, no puedes expresar libremente estas opiniones porque lo más fino que te van a decir es que le metes miedo a un nazi.

Hay que acabar con:

Los subnormales que han elaborado el plan urbanístico de Sarriguren.

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