miércoles, 28 de marzo de 2007

¿Me permite cien preguntitas, jefe?

No vi el debate de José Luis Rodríguez (a) "Zapatero". Sólo a la tele pública se le ocurriría programarlo el mismo día y a la misma hora que House. De todas formas, tampoco vi House porque tenía mucho sueño y me fui pronto a la cama. Por la prensa me he enterado de que un muchacho le preguntó: "¿Sabe usted cuánto cuesta un café?" Y él, poniendo cara de escurridizo yeti sorprendido por la cámara fotográfica de un escalador japonés camino del Chomolungma, respondió: "ochenta céntimos".

Imagino que los asesores del gabinete de imagen del primer ministro permanecieron impasibles. Seguro que ellos tampoco saben qué cuesta (no qué vale, sino qué cuesta) un café de verdad, y no el de la máquina de vending de la Moncloa. Imagino que los asesores del gabinete de imagen del Principal Partido (de la oposición) tampoco parpadearon. Me pregunto si el PNV tiene gabinete de imagen; casi seguro que no, porque nadie en su sano juicio habría consentido el peinado de cortinilla de Ana Sagasti.

Por cierto, ¿qué pasa con un político televisivo –con o sin telegenia- cuando se corta la coleta –o los ordenados mechones-? ¿Dónde se han metido Gabriel Urralburu, Xabier Arzallus, Isabel Tocino, Konstantin Chernienko, Bernadette Devlin, el arzobispo Makarios, …?

Ya que hablo de cosas del pasado y enlazando con el primer item de la sección "hay que acabar con": ¿alguien se acuerda del antaño famoso y enigmático Barco K?


Hay que acabar con:

La manía de los meteorólogos (sobretodo, los de Euskal Telebista) de celebrar con saltitos la llegada del buen tiempo. Desde que veo el canal andaluz, me he reconciliado al menos con parte de sus compañeros de profesión porque los hombres del tiempo meridionales celebran el frío y la lluvia como merecen. Por cierto, ha llovido en Murcia: mi enhorabuena. Tiene que ser digno de oir el fragor de los paraguas oxidados al ser desplegados todos al mismo tiempo.

Los palabros pseudoingleses ideados por franceses: verbigracia "vending", que los propios angloparlantes han adoptado, demostrando una vez más que nuestra civilización (o por lo menos, la suya) cae en barrena. Es como si nosotros adoptáramos "fiesting" , "juerguing", "botelloning" o "siesting". Yo, lo máximo que admitiría sería "folling". Aunque creo que no sería lo mismo "echar un polvo" que "estar haciendo folling", no sé si me explico. Hay que acabar ya mismo con "footing", "puenting" -¿los ingleses dirán "bridging"?- et altres.

El término "españolito". No lo soporto. Me da igual que sea de a pie o de a caballo. Me suena a los oídos como pronunciado por uno de esos gitanos rumanos cuadradotes y saludables que se acuclillan en las puertas de las iglesias o de los supermercados y sacan un tono de voz que ni la cerillera del cuento de Andersen. Una persona que emplea el término "españolito" intenta dar pena. Y a mí sólo me gustan las personas que dan pena en contra de su voluntad. Cuando leo en la sección de cartas al director de cualquier periódico la expresión "españolito", paso automáticamente la página.

Hay que apoyar a:

El nuevo Defensor del Pueblo navarrensis. Al menos, por el momento ya que va a salir mucho más barato que su antecesora en el chollo (quiero decir, en el puesto), que trabajaba en Pamplona, vivía en la Inopia, y residía en Tudela e iba y venía todos los días a diario en coche oficial. Y por la AP-15, cuyas tarifas sólo son superadas por la autopista privada de la nomenkatura rusa, que va de Moscú a San Petersburgo.

La monarquía. Aunque sólo sea por llevar la contraria. Todo el mundo parece haberse vuelto republicano desde tiempos inmemoriales, pero aún estoy por oir un argumento favorable a sus tesis al margen del cacareado "la monarquía es cosa del pasado, y además resulta cara". Como si el lenguaje articulado, las ocho horas de sueño, el uso de la cuchara y la sociedad patriarcal fueran de antesdeayer. O como si el presidente de la república francesa o el de la república estadounidense se llevaran al trabajo su propio rollo de papel higiénico… Cierto que la boda del príncipe Felipe con la Leticia ha sido como echar salfumán en una alfombra persa para quitar la mancha de un vómito de gato. Pero bueno, si los príncipes de los hermanos Grimm se casan con la hija del panadero o del leñador y son felices y comen perdices, ¿por qué el príncipe de Asturias no se ha de casar con la hija del señor Ortiz (que no sé a qué se dedica)? Lo malo de los cuentos de hadas es que más tarde o más temprano aparece una bruja mala del corazón ( o sencillamente, sin corazón cuyo nombre, tal vez, empiece por Jesús y termine por Mariñas) y lo jode todo.

Las personas elegantes. Desde que vivo aquí sólo he visto una. Ocurrió el lunes, a las ocho menos cinco de la tarde, en una céntrica calle de La Ciudad (por antonomasia, al menos en vascuence). Una mujer, joven (35, diría yo, y no-madre) (vale, suena a no-muerta; quiero decir que no ha sufrido ningún parto todavía), alta, con abrigo hasta por debajo de la rodilla. Naturalmente, con falda (aunque no se la vi, claro). Botas de tacón moderado y fino. Paraguas a juego con el abrigo. Un discreto sombrero de lana. Una melena bien cortada y sin mechas ni tintes reconocibles como tales (a ver si toman nota las contertulias de los programas de sobremesa de la ETB). Movimientos acompasados y abstracción o concentración absolutas. Estuve por pedirle un autógrafo y/o proponerle una cita.