Hay que hacer algo para recuperar el interés que despertaba el festival de Eurovisión. Como supongo que es imposible que los países participantes manden a sus mejores cantantes, propongo una reconversión: reemplazar la música por el porno, lo que aseguraría a las depauperadas televisiones públicas una audiencia fabulosa, aunque siempre habría alguien que prefiriese el partido de fútbol (Manchuria-Yucatán) o la película (
Titanic II: el ahogamiento) de la competencia.
Puedo imaginármelo perfectamente. Empieza el programa con un repaso a los componentes de la tertulia de votantes en los estudios de TVE. El inevitable psicólogo, el inevitable sociólogo, un comercial de artículos eróticos, una señora anónima que no se atreve a decir ni mú y una fresca del corazón incapaz de estarse callada, expresando deseos de éxito. “
Pues a mí la pareja española de este año me parece muy buena y su videoclip es de mucha calidad”. Y haciendo quinielas. “
Yo creo que España quedará seguro entre los cinco primeros puestos”. Y entonces el presentador –alguno de los telediarios, intentando sustituir su imagen seria por otra desenfadada, sin conseguirlo- se pondrá a desempolvar éxitos. “
Jezabel ganó el festival en 1.976, y en 1.982 el Orfeón Donostiarra. En 1982, Lola Chinchilla quedó segunda pero fue la ganadora moral por la mamada que les hizo a los israelíes, que no se empalmaban”.Ya más sueltos, expresan algunos comentarios irónicos acerca de los cardados de las albanesas o del escroto mal depilado del holandés y cuando empiezan a desbarrar, son interrumpidos por la famosa cortinilla de grato recuerdo y la melodía de Charpentier, y aparece una presentadora que huele a puta a mil kilómetros y un presentador churretoso con la bragueta mal abrochada, capaces de expresarse con fluidez en una docena de idiomas (nunca en castellano). “
Wellcome to the 56th edition of the Eurovision Porn Contest! Greetings from Liubliana…!” « Bienvenus à la 56ème édition du Festival Pornographic d’Eurovision.. ! »
Diez interminables minutos de diplomacias y vistas turísticas hasta que por fin cambia el ritmo de la música de fondo y da inicio el concurso.
“And now ladies and gentlemen the Belgians! Et maintenant, mesdames et messieurs, les Belges…!” y sale la pareja formada por Anne-Marie Boullabaise y Jean-François Lecongo y empiezan los mosqueos, porque Jean-François es negro como el betún y tiene un miembro viril que parece una anaconda muerta. Y eso no es justo.
Luego salen las otras representaciones. Dúos, tercetos, cuarteros. Solistas. Los ves y piensa (en algunos casos) “
Qué mal follan. El año que viene me presento yo”. Y por fin, a altas horas de la madrugada, llegan las votaciones, que es lo verdaderamente interesante. Tú ya te has hecho un cuadro y has puntuado por tu cuenta: “
Bielorrusia la mejor. Qué tetas. Austria también. Y Luxemburgo, como siempre, con unas tías muy abiertas”. Lamentas que sean artistas desconocidos, de tercera fila o debutantes, que Italia no mande a Rocco Sifredi y a Moana Pozzi sino a Tonino Esposito (un ex-seminarista pajillero) y a la nieta de la estanquera de Fellini (que tiene la regla), pero recuerdas a tiempo que lo importante es participar y construir entre todos una Europa más divertida.
Se devuelve la conexión a Madrid y los jurados españoles, cansados y ya enemistados unos con otros, comentan sus impresiones, se lanzan puyazos mordaces, y deciden el voto (que no coincide para nada con el tuyo): cinco puntos a los croatas, cuatro a los griegos, tres a los georgianos, dos a las islandesas y uno al andorrano. El coordinador intenta rebajar el tono valorando detalles anecdóticos como la firmeza de las nalgas de las checas o el miedo escénico de los lapones, y poniendo patrióticamente por las nubes a España que (tú lo sabes) no ha estado a la altura de las circunstancias.
Y entonces volvemos a Varsovia, y los presentadores empiezan a recibir las votaciones. La cámara enfoca a los artistas, que se agolpan en el backstage ante los monitores tomando
Red Bull para recuperar energías o echando una cabezadita, totalmente agotados.
Polonia: “
This is Warsaw. Ici c’est la Varsovie…” Y la polaca, con una dicción endiablada –sería capaz de declamar la
Canción del Pirata en un remake de la escena clave de
Garganta Profunda- suelta la retahila de votos y termina con un
Spain one point. Espagne, un point que te arranca las primeras exclamaciones de indignación. Y saltas “¡
Cómo, one point, si la chica ha bordado medio kamasutra!”. Y llega el turno de Francia : ”
Royaume Uni, cinq points, Grèce, quatre points. Finlande trois points, Suède, deux points, Eslovaquie, un point ». Ahora ya das un brinco en el sofá y aúllas: "
¡Cómo, los franceses no nos votan! ¡Pero si el año pasados NOSOTROS les dimos CINCO PUNTOS y eso que sus artistas eran Estefanía de Mónaco y los equilibristas del Circo Imperial de Pekín, cualquier cosa menos franceses…! "
Mientras despotricas se produce un error en la votación por culpa de los nervios, las prisas y la poliglosia, y la presentadora se equivoca y pide perdón en esperanto y se echa unas risas y se le escapa una teta que provoca más risas todavía. Y luego vota Inglaterra (Yunaitez Kindon, Ruayú Muní en la deplorable pronunciación del coordinador español) y te quedas helado. “
Vale, un punto a España pero ¿cinco a Malta, cuatro a Turquía?”. Y haces unos cálculos de probabilidades que habrían asombrado a tus profesores de matemáticas
“Si Portugal nos da cinco puntos y los ucranianos no votan a Dinamarca aún tendremos alguna posibilidad de empatar con El Líbano” y estableces unos condicionantes político-erótico-culturales que dejarían pasmado a un experto en relaciones internacionales: la unión de los pueblos ibéricos, la tradicional amistad hispano-alemana, la perfidia británica y todo eso. Y los jurados españoles se quedan atónitos, y el corresponsal en Liubliana tira de hemeroteca y dice que Inglaterra nunca ha dado más de cinco décimas a España en ninguna edición.
Finalmente la pareja española queda 34ª sólo por delante de El Vaticano. Y gana el trío irlandés (dos colegialas calientes y un hiperactivo bajito), que repite sin dificultades su performance entre lágrimas de emoción, ramos de flores y flashes.
Supongo que el festival de la OTI lo ganaría siempre Brasil.