martes, 17 de julio de 2007

Ramin Jahanbegloo, presunto persa

El País, en su edición del día once, publica un artículo de un tal Ramin Jahanbegloo, iraní, y por supuesto musulmán, que sublima el recuerdo de la idílica Córdoba de las Tres Culturas, un país tan de ficción como Sildavia, donde musulmanes, judíos y cristianos en lugar de asesinarse entre sí, vivían en armoniosa simbiosis de la Srta. Pepis bajo la benevolente mirada del califa.

Nunca comprenderé la fascinación que ejerce sobre el musulmán medio el recuerdo de ese falso Al Andalus donde los moros tan refinados, tan indolentes y a la vez tan laboriosos, fueron derrotados por unos montañeses cristianos que no se lavaban, que no sabían hacer la o con un canuto, escasos de número, desunidos, idólatras de un falso dios.

El señor Jahanbegloo, que mejor haría lamentando la caída de los sasánidas ante los árabes, reconoce que existe una preocupación española y europea hacia lo que se percibe como una actitud de “reconquista” –reinvasión- musulmana y en su obcecación, o en la de su traductor, emplea el término “islamista” cuando los bienpensantes dicen “musulmán” para hacer diferencias... y ahí es a donde deseaba yo llegar: ambos términos quieren decir lo mismo.

Según él, Europa debe ser multicultural. ¿Y por qué no Irán? ¿Por qué no Arabia? ¿Dónde están los derechos de los cristianos bajo la tiranía de los saudíes? ¿Dónde están las mujeres libres de velo de Teherán o de Jartum? ¿Qué ha sido de la herencia cristiana en Anatolia o en Siria?¿Por qué Europa debe ser igualitaria? ¿Para que los inmigrantes musulmanes, muchos de ellos ilegales, exijan derechos con los que ni sueñan en sus paises de origen y nos los nieguen a los nativos cuando la demografía –se reproducen como conejos- les sea favorable?

El señor Jahanbegloo reconoce que en el pasado el Islam fue una fuente de tensiones para España. ¿No lo ha sido para su propio país? ¿O es que desciende de las hordas beduinas que derrotaron a Yazdagerd III en la batalla de Nihavand en 637 y no siente a los verdaderos iraníes como propios?. ¿Hay algunas garantía de que el Islam no vuelva a ser fuente de tensiones ahora que España está repleta de moros harapientos muchos de ellos volcados a la delincuencia, y todos comportándose como unos bárbaros? ¿Ahora, que Al Qaeda y su constelación de asesinos iluminados reclama la península Ibérica como si su dios se la hubiera prometido del modo en que Yahveh prometió Israel a los judíos?

El Islam debe integrarse en Europa para que supere el fundamentalismo islámico”, asegura. Eso es volcar la responsabilidad de su destino sobre los hombros europeos. ¿Dónde está la responsabilidad de los regímenes y de las sociedades musulmanas? Y si Europa decide que el Islam es inintegrable en nuestra sociedad y le pone cortapisas, ¿será responsable de que los ciudadanos musulmanes de esa constelación de dictaduras del Tercer Mundo sigan retrocediendo mientras sus vecinos progresan?

El señor Jahanbegloo elige lo que le interesa. Es lo mismo que hago yo. El se queda con los jardines de la Alhambra y con las técnicas agrícolas. Yo me quedo con las aceifas y con los almohades. Ambas posturas, la mía y la suya, son frívolas y discutibles. Pero la discutibilidad tiene un límite, y no se puede afirmar que España necesite “reescribir su historia” y quedarse tan fresco ¿Acaso los musulmanes no fueron unos invasores? ¿Consiguió la resistencia persa derrotar, aunque fuera al cabo de ocho siglos, a los invasores árabes y restablecer el culto de Zoroastro? A veces pienso que estas tonterías de los supuestos pensadores musulmanes contemporáneos más que encerrar el deseo inconfesable de una dominación planetaria –que es a lo que aspira el Islam- encierra una envidia más inconfesable todavía por el éxito militar de todos cuantos se libraron del yugo ideado por Mahoma
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