martes, 17 de abril de 2007

"Apocalypto"


He visto “Apocalypto” de Mel Gibson.

Dejé de ir al cine porque me parece abusivamente caro y porque no me gustan las películas dobladas. Pero “Apocalypto” se proyecta con subtítulos, ya que está rodada en lengua maya y ha sido exhibida así, tal cual, en las salas del país que la produce. No comprendo por qué traducen aquí las películas francesas, o inglesas, que tanta gente podría seguir sin excesivos problemas. Esto sólo puede suceder en España.

No me gustó la anterior película de Mel Gibson, un spaghetti-western titulado “La Pasión". “Apocalypto” es mejor. Mucho mejor. A pesar de toda la violencia que muestra, y que no había manera de soslayar. Reaccionaria, también. Pero bueno, no todo va a ser progresismo en esta vida. Al menos, no pretende engañar a nadie. Agradezco el esfuerzo de Gibson por recrear una atmósfera plausible, empeño infrecuente en esta triste época de correcciones políticas y otras censuras posmodernas. Los mayas eran unos terroristas, al mismo nivel que los aztecas, y su civilización lo más cercano al infierno en la tierra que nadie pueda imaginar. Gibson se toma algunas libertades, como mostrar navíos castellanos antes de hora, pero son perfectamente disculpables: las aproximaciones de Hollywood al medievo europeo suelen rozar el delirio.

La primera mitad me parece una película de terror puro. No lo pasaba tan mal en una butaca desde que vi “El Exorcista”. Vaya manera de soltar adrenalina. Que conste que no era el único espectador horripilado.

La escena de los sacrificios humanos es horrorosa por bien conseguida, por no inventarse nada aunque presenta dos incorrecciones: los sacerdotes mayas no brindaban los corazones al más bien benevolente Kukulkán, sino al sanguinario Huitzilopochtli; y el pueblo no arrojaba los cadáveres decapitados a una fosa a cielo abierto: los devoraba. Creo.

La escalofriante pompa de los mayas: esas mujeres de la nobleza, ultraterrenas, pintadas, depiladas, adornadas con plumas y turquesas; la familia real al completo en la cima de la pirámide, disfrutando de los asesinatos como si fuera una pantomima; el gesto de autosuficiencia del sumo sacerdote ante el eclipse de sol que, naturalmente, su ciencia ha previsto... Los forzados en las caleras, vomitando sangre; la gente muriéndose de hambre en los maizales arrasados por la plaga; el mercado de esclavos... La reducción del ser humano a la condición de un animal... de un animal aprovechable no como fuerza de trabajo, sino como alimento. Qué horror.

La segunda parte me gusta algo menos porque resulta poco verosímil, parece extrapolada de una aventura de Arnold Schwartzenegger. Vale, el protagonista es un atleta, y le impulsa una doble determinación muy poderosa: rescatar a su mujer y evitar una muerte atroz a manos de sus enemigos. Pero por extraordinaria que sea su condición física tras una captura, un cautiverio y una fuga que comprometerían la salud y la cordura de la persona más afortunada de su mundo (o del nuestro) no bebe ni come en días, sufre un flechazo que le atraviesa de parte a parte la zona del hígado, se topa con un jaguar, sufre una segunda herida de flecha que le roza la aorta, salta por una catarata, trepa a los árboles, se pelea a muerte con sus odiosos perseguidores... y finalmente y después de acabar con todos ellos (bueno, quedan dos pero abandonan la cacería), rescata in extremis a su bellísima esposa (la única maya cuyos dientes lucen bellos), recién parida en un cenote inundado y se larga a una tierra menos inhóspita como si toda la peripecia hubiera sido producto de su imaginación.

Mucha de la gente que desconoce y menosprecia la historia de la Conquista de América, se sorprenderá al descubrirse pensando que después de todo la acción de la corona de Castilla fue civilizadora.

Hay que apoyar a:

Georgia, por cambiar su bandera posmoderna (perdón, postsoviética) por otra histórica, llena de cruces, mucho más bonita y más georgiana.

Las personas que estudian idiomas extranjeros que no son inglés. A los estudiantes de francés, de ruso, de chino, de japonés, de amhárico, de wolof… Curiosamente, quienes estudian inglés lo suelen hacer con vistas a prosperar en el trabajo (esos economistas madrileños que hablan inglés con acento cheli me parecen impagables) cuando prosperarían mucho más fácilmente gracias a idiomas con verdadera demanda como son el portugués, el árabe o el swahili, por los que únicamente se interesan filólogos, excéntricos y cerebrines

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