domingo, 17 de febrero de 2008

Dos reflexiones sobre el eterno femenino.

Se ha liado una buena con la unificación de criterios para el tallaje de la ropa según parámetros racionales (como si la racionalidad y la moda tuvieran algo en común). Los diseñadores han dicho que por ellos las gordas se pueden vestir con un mantel y que la que no quepa que se joda, porque el mundo está lleno de transexuales que harán lo que sea para caber, de modo que clientela no va a faltarles. Las autoridades han propuesto sustituir el sistema tradicional conscientes de que los números resultan incómodos para las nuevas generaciones de consumidoras analfabetas producto de la Logse. Pero dudo que éstas sepan qué coño es un diávolo. De todas formas las autoridades se equivocan: la española cuando besa no tiene forma de cilindro, ni de reloj de arena, ni de ladrillo: tiene forma de pera. De pera limonera.

¿Por qué las mujeres odian trabajar con otras mujeres? Estoy harto de oirles comentar para el cuello de su camisa que prefieren mil veces trabajar con hombres porque ellas tienen peor convivencia y son más chinches y más cabronas. Qué bonito. Cuando yo digo que prefiero trabajar con hombres exactamente por las mismas razones entonces soy un machista y un cavernícola.

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