La hace tiempo olvidada Martha Mendy (Marta Emilia Nicolasa Aguirregomezcorta Hartazgo de Mendiluce, Pamplona 1.942) falleció ayer en la clínica Universitaria de Navarra cuando le fue presentada la factura del tratamiento de juanetes que le había recomendado su confesor del Opus Dei.
Hija de un esforzado repartidor de butano y de una ama de casa patológicamente celosa, Martha creció en un ambiente de exaltada religiosidad e histeria permanente, y en su niñez presentó las llagas de la Pasión y sufrió trances místicos.
Empezó a tocar la guitarra instruida por Sabicas, amigo de la familia, y demostró poseer unas habilidades naturales extraordinarias. Siendo todavía adolescente obtuvo una beca para recibir clases magistrales de Andrés Segovia y siguió su preparación con Stravinski, Stockhausen y Mario del Monaco (Martha poseía una voz hermosísima de cinco octavas y media).
Empezó a interpretar sus composiciones propias y a poner música (a veces también letra) a poemas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Avila. Pronto llamaron la atención sus habilidades (es la única persona que hasta la fecha haya conseguido silbar entera “La Consagración de la Primavera” sin provocar la desbandada de su público) y el circuito de los seminarios y los centros parroquiales se le quedó corto, pasando a actuar en colegios mayores y merendolas de niñas acomodadas. Fichó por Grabaciones de la Dolorosa, compañía propiedad de la Conferencia Episcopal, cuyos productores le obligaron a deslucir su manera de tocar la guitarra y rebajar la potencia de sus trinos buscando un sonido más comercial. Algunas canciones de Martha como “Lo siento profundamente dentro de mí” y sobretodo “Sigo intacta” provocaron críticas de los sectores más conservadores de los Cuarenta Principales, que hacían una lecturas retorcidas de los oh y los ah de sus coros.
Fue en Francia donde Martha desarrolló la parte más interesante de su carrera. Allí se casaría con el promotor de espectáculos Jean Marc Touché, tal vez el único ex-seminarista del país galo que realmente iba para cura. A caballo entre Francia y España, Martha grabó una serie de singles pop muy coreados en excursiones y sobremesas, y actuó regularmente en televisión. Pero obtuvo sus mayores éxitos componiendo para otros artistas. “Canalla, apriétame” que interpretaron entre otras Encarnita Polo y Luis Aguilé o “Por ti me las quito (las gafas)”, célebre en la versión de Los Tres Sudamericanos son algunas de sus canciones más exitosas. “Femme enculée sous la pluie” le catapultó a lo más alto de las listas europeas en la voz de Nana Mouskouri
En 1.973 Martha conoció al productor Rudy de la Raspa, futuro descubridor de los Gipsy Kings, con quien mantuvo relaciones adulterinas durante una década. Rudy fortaleció el sonido de sus directos, arropó con un muro de sonido sus grabaciones, y aligeró su vestimenta a la vez que aumentaba el volumen de sus cardados.
Martha protagonizó algunas películas musicales muy populares en la época (“A las diez en casa”, con los Panchos y “Soy una chica ye-yé, pero decente” con los Pequeniques) concebidas para su lucimiento. Quedó tercera en el festival de la OTI de 1.973 con “Nosotros no matamos a los indios patagones”, canción-protesta que provocó la llamada a consultas del embajador español en Argentina. Y en 1.981 participó con “Monaguillo enamorado de la luna”, de evidente ramalazo cañí, en el Festival de San Remo, donde quedó última.
Los errores de promoción, más que las maternidades encadenadas, echaron a perder su carrera. Espectáculos en el altiplano andino y en las selvas del Congo, su calamitosa participación en Woodstock y una pelea con Paloma Gómez Borrero en el avión papal cambiaron su carácter y sus prioridades. Martha, perdido el interés del público, se retiró a una ermita en la sierra de la Demanda. En 1.996 inició una fugaz carrera política y fue cabeza del partido Autenticidad Agrícola pero sólo obtuvo doce votos. En 1.998, Martha regresó a Pamplona, donde ha vivido sin pisar la calle (principalmente por su problema de juanetes) sin más compañía que un periquito, hasta su inesperado fallecimiento.
Hija de un esforzado repartidor de butano y de una ama de casa patológicamente celosa, Martha creció en un ambiente de exaltada religiosidad e histeria permanente, y en su niñez presentó las llagas de la Pasión y sufrió trances místicos.
Empezó a tocar la guitarra instruida por Sabicas, amigo de la familia, y demostró poseer unas habilidades naturales extraordinarias. Siendo todavía adolescente obtuvo una beca para recibir clases magistrales de Andrés Segovia y siguió su preparación con Stravinski, Stockhausen y Mario del Monaco (Martha poseía una voz hermosísima de cinco octavas y media).
Empezó a interpretar sus composiciones propias y a poner música (a veces también letra) a poemas de San Juan de la Cruz y Santa Teresa de Avila. Pronto llamaron la atención sus habilidades (es la única persona que hasta la fecha haya conseguido silbar entera “La Consagración de la Primavera” sin provocar la desbandada de su público) y el circuito de los seminarios y los centros parroquiales se le quedó corto, pasando a actuar en colegios mayores y merendolas de niñas acomodadas. Fichó por Grabaciones de la Dolorosa, compañía propiedad de la Conferencia Episcopal, cuyos productores le obligaron a deslucir su manera de tocar la guitarra y rebajar la potencia de sus trinos buscando un sonido más comercial. Algunas canciones de Martha como “Lo siento profundamente dentro de mí” y sobretodo “Sigo intacta” provocaron críticas de los sectores más conservadores de los Cuarenta Principales, que hacían una lecturas retorcidas de los oh y los ah de sus coros.
Fue en Francia donde Martha desarrolló la parte más interesante de su carrera. Allí se casaría con el promotor de espectáculos Jean Marc Touché, tal vez el único ex-seminarista del país galo que realmente iba para cura. A caballo entre Francia y España, Martha grabó una serie de singles pop muy coreados en excursiones y sobremesas, y actuó regularmente en televisión. Pero obtuvo sus mayores éxitos componiendo para otros artistas. “Canalla, apriétame” que interpretaron entre otras Encarnita Polo y Luis Aguilé o “Por ti me las quito (las gafas)”, célebre en la versión de Los Tres Sudamericanos son algunas de sus canciones más exitosas. “Femme enculée sous la pluie” le catapultó a lo más alto de las listas europeas en la voz de Nana Mouskouri
En 1.973 Martha conoció al productor Rudy de la Raspa, futuro descubridor de los Gipsy Kings, con quien mantuvo relaciones adulterinas durante una década. Rudy fortaleció el sonido de sus directos, arropó con un muro de sonido sus grabaciones, y aligeró su vestimenta a la vez que aumentaba el volumen de sus cardados.
Martha protagonizó algunas películas musicales muy populares en la época (“A las diez en casa”, con los Panchos y “Soy una chica ye-yé, pero decente” con los Pequeniques) concebidas para su lucimiento. Quedó tercera en el festival de la OTI de 1.973 con “Nosotros no matamos a los indios patagones”, canción-protesta que provocó la llamada a consultas del embajador español en Argentina. Y en 1.981 participó con “Monaguillo enamorado de la luna”, de evidente ramalazo cañí, en el Festival de San Remo, donde quedó última.
Los errores de promoción, más que las maternidades encadenadas, echaron a perder su carrera. Espectáculos en el altiplano andino y en las selvas del Congo, su calamitosa participación en Woodstock y una pelea con Paloma Gómez Borrero en el avión papal cambiaron su carácter y sus prioridades. Martha, perdido el interés del público, se retiró a una ermita en la sierra de la Demanda. En 1.996 inició una fugaz carrera política y fue cabeza del partido Autenticidad Agrícola pero sólo obtuvo doce votos. En 1.998, Martha regresó a Pamplona, donde ha vivido sin pisar la calle (principalmente por su problema de juanetes) sin más compañía que un periquito, hasta su inesperado fallecimiento.
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