El sábado vi en casa una peli de François Ozon, director francés que no me gusta demasiado pero que me atrae visualmente. Sus películas son fastuosas, con una fotografía magnífica y unos encuadres soberbios: algo aberrante en la cinematografía francesa. Lástima que lo que cuente, o no me interese o me decepcione. La que comento me decepcionó, porque a priori parecía de lo más interesante: un joven disoluto al que se le diagnostica un cáncer en fase terminal, se enfrenta a la idea de la muerte, y cae en la cuenta de que su vida ha sido totalmente vacía, y corre a los brazos de su abuela (un vejestorio muy cascado) para intercambiar pareceres, ya que a ella le queda también poco (aunque no tan poco).
Bueno, pues tan estupendo argumento se lo carga Ozon poniéndose a la altura de la vacuidad de su protagonista. Eso sí, una imágenes preciosas.
El domingo vi “De latir, mi corazón se ha parado”. De Jacques Audiard. En las antípodas de la comentada arriba: unas imágenes en plan Dogma, una fotografía de ocres y grises de ínfima calidad y un montaje como de videoclip de rapero sin medios económicos. Pero la historia, ah…
La historia es relativamente sencilla: un mozo muy bruto sin aparente oficio ni beneficio se encarga del desalojo de inquilinos indeseables por cuenta de su padre, un mafiosillo del sector inmobiliario. La única oportunidad para salir de ese mundo (que no le disgusta del todo) es una audición que tiene fijada con el antiguo agente de su madre (que era pianista). El mozo resulta no ser ni tan bruto, ni tan carente de beneficio. Se prepara por su cuenta con ayuda de una virtuosa china recién llegada a París e intenta compaginar sus prácticas pianísticas con sus obligaciones matoniles.
Y ya está. Nada especialmente trascendental, pero hay más de lo que se muestra: la frustración, el deseo, el amor filial, el amor erótico, el amor sentimental, el afán de superación, la inercia, la fascinación por el arte, la fascinación por la violencia, las segundas oportunidades en la vida, la inmigración ilegal, el problema de la vivienda… y muchos otros. Unos intérpretes estupendos, y un guión excelente. Lo más llamativo de todo es que se trata de la versión francesa… de una película estadounidense.
Bueno, pues tan estupendo argumento se lo carga Ozon poniéndose a la altura de la vacuidad de su protagonista. Eso sí, una imágenes preciosas.
El domingo vi “De latir, mi corazón se ha parado”. De Jacques Audiard. En las antípodas de la comentada arriba: unas imágenes en plan Dogma, una fotografía de ocres y grises de ínfima calidad y un montaje como de videoclip de rapero sin medios económicos. Pero la historia, ah…
La historia es relativamente sencilla: un mozo muy bruto sin aparente oficio ni beneficio se encarga del desalojo de inquilinos indeseables por cuenta de su padre, un mafiosillo del sector inmobiliario. La única oportunidad para salir de ese mundo (que no le disgusta del todo) es una audición que tiene fijada con el antiguo agente de su madre (que era pianista). El mozo resulta no ser ni tan bruto, ni tan carente de beneficio. Se prepara por su cuenta con ayuda de una virtuosa china recién llegada a París e intenta compaginar sus prácticas pianísticas con sus obligaciones matoniles.
Y ya está. Nada especialmente trascendental, pero hay más de lo que se muestra: la frustración, el deseo, el amor filial, el amor erótico, el amor sentimental, el afán de superación, la inercia, la fascinación por el arte, la fascinación por la violencia, las segundas oportunidades en la vida, la inmigración ilegal, el problema de la vivienda… y muchos otros. Unos intérpretes estupendos, y un guión excelente. Lo más llamativo de todo es que se trata de la versión francesa… de una película estadounidense.
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