Con el fin de mejorar mi inglés de aeropuerto me lancé a leer en v.o. todo lo que había por casa y rescaté del cajón de los papelotes un cuento de Frank Stockton titulado “The lady or the tiger?” que es una joya del género y la obra maestra de su autor.
Un rey semibárbaro imparte justicia de una manera muy curiosa. Cuando la seriedad del caso reclama su presencia, reúne al pueblo en un circo y ofrece un juicio espectacular. El acusado entra en la arena, avanza hasta el palco real, saluda y abre una de las dos puertas que se hayan bajo éste. Si el azar determina su culpabilidad, la puerta que elija dará paso a un tigre. Si el azar determina su inocencia, dará paso a una doncella. En el primer caso el reo será devorado, y en el segundo e independientemente de cuáles sean sus deseos o su situación personal, desposado.
El rey semibárbaro tiene una hija a la que quiere por encima de todo y está, como él, dotada de un carácter de armas tomar. La hija se ve secretamente con el más apuesto y valeroso caballero de la corte. Cuando el rey descubre esta relación, condena al amante a elegir entre la dama y el tigre. Pero en consideración a su alcurnia le es preparada una ceremonia excepcional. Apartan el tigre más feroz de la casa de fieras del rey, y escogen a la doncella más hermosa y delicada de la corte.
La semibárbara princesa es la única persona capaz, por múltiples razones, de averiguar por qué puerta ha de salir el tigre y por qué puerta ha de salir la dama. Pero además, averigua qué tigre y qué dama han sido elegidos. Y aquí es donde la cosa se lía.
Cuando llega el día del juicio, el reo intuye que la princesa puede salvarle, y que se lo hará saber de alguna manera.
La princesa, aprovechando que toda la atención está puesta en su amante, hace un levísimo gesto con la mano y señala la segunda puerta, y el caballero se dirige hacia ella con paso resuelto.
Aquí acaba la acción del cuento, y sigue una pequeña reflexión. ¿Qué salió por la puerta abierta, la dama o el tigre?. Stockton nos sugiere la tortura de la princesa para tomar una decisión. Si el amante, del que nadie duda su culpabilidad, escoge la puerta del tigre, morirá devorado. Pero si escoge la puerta de la doncella, será desposado aun en contra de su voluntad. En cualquiera de los dos casos, la princesa lo pierde. Pero ella toma una decisión y la expresa sin titubeos.
No sé qué hacen los estudios Walt Disney masacrando “La Sirenita” y “La Bella y la Bestia” cuando la literatura estadounidense atesora estas maravillas.
El cuento tiene una continuación que a mí me gusta aún más y que se titula “The discourager of hesitancy” (el que desaconseja la vacilación, o algo así).
Transcurrido un tiempo, el eco del episodio anterior ha traspasado las fronteras del reino, y el monarca de un país vecino envía a cinco emisarios con el encargo de averiguar qué fue lo que ocurrió. Los emisarios se presentan en el palacio y expresan su propósito. Antes de hacerles pasar a la presencia del rey un alto oficial de la corte, que sabe cómo se las gasta el monarca, les cuenta otro sucedido.
Un príncipe extranjero, habiendo oído que el rey semibárbaro escoge como doncellas de la corte a las jóvenes más hermosas del país, acude con la idea de desposar a la más hermosa de todas. El rey monta en cólera, pero disimula y accede. Impone una condición: el príncipe no conocerá a la doncella elegida hasta después de la ceremonia. El príncipe da un respingo, pero la llegada de El que Desaconseja la Vacilación le ayuda a disimular su cólera. Este Desaconsejador es el verdugo de palacio, un individuo armado con un enorme alfanje que le acompañará adonde quiera que vaya, y que le aconsejará en todo momento obedecer sin pestañear las instrucciones del rey semibárbaro.
El enlace es preparado con toda la pompa. Llegado el día, el príncipe es conducido al salón del trono, donde espera la corte, y allí le es cubierta la cabeza con un pañuelo de seda, rasgada la tela de manera que el príncipe pueda respirar, hablar y escuchar, pero no ver.
A una orden del rey semibárbaro, las más extraordinarias damas de la corte se aproximan al príncipe y una de ellas le toma de la mano. El sacerdote que va a oficiar el matrimonio pregunta: “¿Aceptas a este hombre como esposo?” y ella responde: “Sí”. El príncipe y se extasía ante la caprichosa orden real, y se enamora al instante de la doncella.
Cuando la doncella declara su voluntad, aparta su mano y retrocede junto a las demás. El que Desaconseja la Vacilación descubre el rostro del príncipe. El rey le anuncia que la que va a ser su esposa está ahí, y que debe identificarla; si no se decide, o si escoge mal, el Desaconsejador de la Vacilación le cortará inmediatamente la cabeza. El príncipe, aterrado pero fingiéndose sereno, pasa ante la fila de doncellas y advierte que dos reaccionan contra su voluntad. Una sonríe apenas, y otra empalidece. El príncipe vacila, y el rey se enfurece y le urge. El príncipe, tras una serie de cavilaciones rapidísimas escoge a una en particular.
La narración regresa ahora a los emisarios. El oficial de la corte les previene contra la caprichosa imaginación del rey y les asegura que el príncipe escogió a la doncella correcta. “¿Y quién era?” preguntan, y el oficial les dice que si lo adivinan, les revelará cómo terminó el episodio de la dama y el tigre ahorrándoles la entrevista con el rey semibárbaro. Y Frank Stockton cierra el cuento con esta frase: “por lo que sabemos, los cinco emisarios aún no lo han adivinado”.
1 comentario:
La mayoría de mujeres prefiere que el tigre se lo coma
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