martes, 29 de mayo de 2007

Himnos

El único himno nacional que me gusta es de Italia. Marchoso y pegadizo. Creo que se lo encomendaron a Puccini, o a Verdi. A uno de esos compositores operísticos que, al revés de los alemanes, se preocupaban de la melodía y de la armonía. El de Alemania parece obra del doctor Mabuse. A los alemanes les preocupa más la letra que la música, y quienes encontramos antipático su idioma torcemos el gesto cada vez que en cualquier competición internacional sube un germano a lo más alto del podio, lo que sucede con desesperante frecuencia.

El himno de España me parece feo como pocos. La bandera me gusta. No hablo de simbolismos, sólo de combinación de colores. La diseñaron para que los barcos fueran reconocibles a distancia, y dieron en la diana. Podrían tomar nota las naciones eslavas: todas sus banderas son versiones de la rusa: blanca, roja y azul (que a su vez parece una versión de la francesa, pero con bandas horizontales). Claro que como la mayor parte de esas naciones no tiene salida al mar, da lo mismo.

Yo creo que cada país debería recurrir a sus fondos musicales patrios con el fin de mejorar los himnos (dejaremos las banderas para otra ocasión). El de España debería ser la famosa copla que dice aquello de “De España vengo, soy española…” de la opereta “El niño judío”. O si no, el “Aserejé” (pues con él mataríamos dos pájaros de un tiro: no sólo dispondríamos de un himno con letra, para deleite de los militarotes y de los fachas en general, sino que además dispondríamos de un himno con coreografía, y eso evitaría que nuestra representación olímpica desfilara como desfila, en plan almogávar).

Lo de Alemania tiene difícil solución, porque no puedes poner la “Carga de las Valkirias” de Wagner. Imagínate el mosqueo de los polacos y de los checos. Ni puedes poner nada de Nina Hagen, porque el público de –es un suponer- el mundial de Futbol difícilmente podría corearlo desde las gradas. Yo creo que el himno ideal es la canción de “la Abeja Maya”. Y matando dos pájaros de un tiro: los japoneses deberían cambiar ya mismo ese horror de himno que tienen por la canción de “Heidi”. Los suecos, claro está, la canción de “ Vickie el Vikingo”. Para los noruegos no se me ocurre nada (todavía).

Otro himno que no me gusta es “La Marsellesa”. Demasiado rimbombante, y con la letra menos políticamente correcta que quepa imaginar. Sería mejor que recurrieran a la “Carmen” de Bizet. De acuerdo que el trasunto es poco francés, pero Francia nunca ha sido muy francesa: hay más moros en la banlieue parisiense que en todo el Magreb.

Holanda: algo porno. El “Je t’aime moi non plus” de Jane Birkin en neerlandés. Imagínate la visita oficial de la reina Beatriz, con la banda del aeropuerto interpretando esa melodía inolvidable y, no sé, a Rocío Jurado (si no estuviera muerta) cantándola.

Para los británicos nada como una canción de Kate Bush: “Oh England, my lionheart”, que quedaría de maravilla coreada por los hooligans con una pinta en una mano, la otra en el corazón y un lagrimón corriéndoles por la mejilla.

Siguiendo con estrellas del pop (y con las exclamaciones): para los EEUU nada mejor que “Oh Superman” de Laurie Anderson. Lo malo es que dura ocho minutos. Pero ellos son muy dados al patrioterismo y no creo que les importe.

Los canadienses podrían sacudirse su complejo de inferioridad respecto a los estadounidenses con una canción aún más larga (“Oh my, my” de Jane Siberry, que dura veinte minutos). Sería deseable que nunca ganaran nada.

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