viernes, 18 de mayo de 2007

a un amigo argentino

Todos tenemos un amigo argentino. Es algo ahora tan inevitable como lo ha sido siempre tener un peluquero charlatán o una sobrina adolescente con más tetas que cerebro. A veces, la comunicación con nuestro amigo argentino es obstruida por barreras idiomáticas y mutuos prejuicios, por el temor a herir sus sentimientos cuando entrechocan sus extraños complejos australes y nuestra prepotencia de nuevos ricos boreales. Resulta difícil decirle que le queremos aunque no se lo demostremos del modo en que está acostumbrado, y nos gustaría aclarar algunos asuntos que nos harían quererle más si los hubiéramos hablado y tuviéramos valor. Nos gustaría decirle:

Que está muy bien que mantengas tu manera de expresarte y que refuerces tus señas de identidad, pero que a veces sospechamos que exageras y que estás interpretando un papel, que la gente en Buenos Aires (o en Tucumán, nos da lo mismo) es menos gauchesca.

Que no necesitas fingir pasión (ni siquiera interés) por el futbol pues aquí nadie es menos hombre si prefiere otros deportes, o si lee un libro.

Que no tienes por qué insistir en hablar de esas novias que aún no nos has presentado porque viven en Corea del Norte o en Santa Elena: no nos preocupa que seas maricón, nos preocupa que seas desgraciado.

Que no todos los españoles han emigrado a América en alguna ocasión. Nosotros no lo hicimos, y nuestros antepasados tampoco (de lo contrario, no estaríamos aquí)

Que tú, pudiendo haber emigrado a Masuria, a Calabria o al valle de la Bekaa, de donde proceden tus abuelos, has venido a España porque investigando tu árbol genealógico encontraste el nombre de una mucama gallega con la que tu bisabuelo ashkenazi tuvo un desliz. Si has elegido España frente a Polonia, Italia o el Líbano será porque algo te gustará de nosotros ¿o fue por una apuesta perdida?

Que no queremos entender el peronismo, y que no nos interesan las revindicaciones argentinas sobre las Malvinas, y que adelantándonos a tu contraataque: nos importa un rábano que Gibraltar siga siendo británico durante los próximos dos mil años.

Que aquí los psicólogos tienen la misma consideración social que las echadoras de cartas, y que no está bien visto seguir ningún tipo de terapia, aunque te sobren el dinero y el tiempo necesarios.

Que has huido de un país que no funciona e intentas repetir los comportamientos que hacen que no funcione, aquí, donde las cosas son de otra manera. Las leyes están para cumplirlas, y pagar impuestos nos beneficia a todos.


Que tan racista es tu manera de mirar a un boliviano como mi manera de mirar a un moro.

Que un insulto dicho con cariño no deja de ser un insulto, y que a nadie le gusta tener un mote cruel.

Que Maradona nos parece un analfabeto drogadicto gordo y con un pésimo gusto para la ropa y para las compañías, que no valoramos sus habilidades futbolisticas y que si se hubiese dedicado a una profesión de verdad en un país minimamente serio hace años que estaría en la cárcel.

Que dios, o yahveh, o bog, o alá, o baal o lo que sea que adoraban tus antepasados, porque tú eres ateo aunque ultraconservador, no es argentino.

Que no tienes el menor derecho a intentar convencernos de que Navarra forma parte del País Vasco, sólo porque estabas secretamente enamorado de tu profesor de matemáticas, que se apellidaba Lazcano o Iturriagagoitia, y que una vez te puso un aprobado que no merecías.

Que el hecho de que los colonos mataran a todos (o casi todos) los indios y prefirieran comerse el ganado vacuno antes que torearlo no ha evitado que Argentina sea lo que es: un país sudamericano.