jueves, 18 de octubre de 2007

Soy TODA tuya

Cada día me sorprende más la desproporción física de ciertos matrimonios de veinteañeros. No, no me refiero a esas parejas en las que el hombre es enorme y la mujer muy pequeñita, cuyo comentario reservo para otra ocasión, sino a esas otras de varones presentables y hembras abandonadas. Esas cuyos papás suelen ser delgados, incluso atléticos, y que si tienen tripa la tienen controlada y siguen pareciendo saludables y juveniles aunque hayan perdido pelo en la cabeza y lo hayan ganado en los hombros. Esas cuyas mamás acostumbran a estar rebosantemente fofas y blandas, prematuramente envejecidas, con unos culos como las carrilladas de un hipopótamo en los esterores de una muerte por indigestión.

Si tu ideal femenino es la Venus de Willendorf y en el fondo la zoofilia te parece una opción, igual te empalmas con verlas a lo lejos, pero de lo contrario son para echar a correr y no parar hasta el estrecho de Bering.

Me da por pensar que estas chicas se desmaquillan celebrada la noche de bodas, ya fecundadas, cogen la tableta de chocolate y hala, a vivir de la renta y a parir, que son dos días. Total, como ya han pillado marido…

Algunas pueden ser guapas, pero se empeñan en parecer adefesios; se aplican mechas infames en el pelo, se visten con ropa ceñida de combinaciones cromáticas imposibles, lucen piercings y tatuajes patibularios, mastican chicle con la boca abierta, arrastran los pies al caminar y se rascan sin disimulo las marcas de las bragas. Nada de lo cual les impide ser unas romanticonas de esas que exigen fidelidad conyugal y amor hasta la muerte.

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