lunes, 29 de octubre de 2007

Un vaticano

Las especialidades eróticas de las putas tienden a lo exótico. El tailandés, el birmano, el griego (vale, Grecia no es Asia, pero casi casi), etc. Supongo que a un ciudadano de Saigón, echar un vietnamita le deja como a un catequista ponerse en la posición del misionero: totalmente indiferente. ¿Los orientales tienen fantasías eróticas con el sexo occidental? Igual las putas japonesas o singapureñas ofrecen a sus clientes echar un portugués, o un escocés. O un andorrano. ¡O un vaticano! Y los clientes, babeando y anticipando el disfrute con una erección que les impide doblarse en una reverencia ceremoniosa.

Los balineses o los papúes aficionados al porno virtual ¿buscan en internet fotos de chicas samoyedas o esquimales a las que sólo se les ven las ranuras de los ojos en plena ventisca polar? Igual el frío les pone cachondos y cuando ya no pueden más de calor se montan con su novia un Hawai-Bombay dentro de la nevera.

Pero yo creo que a los asiáticos de climas irrespirables y sociedades tradicionalistas y jerarquizadas tienen que ponerles más las vikingas: holandesas, feroesas, noruegas, islandesas... Mujeres pálidas y rubicundas, altotas y hombrunas, tetudas y culonas, totalmente liberadas e independientes del varón: respondonas, desafectas y poco depiladas.

Seguro que los burdeles de Seúl y de Tokio están llenos de tiarronas indiferentes que se prestan a interpretar el papel de esposa moderna demandante del divorcio (bajo el régimen de gananciales) en las fantasías sadomasoquistas de sus clientes.

Hay que apoyar a:

La creación de guarderías infantiles en empresas de más de cincuenta empleados. Tampoco sería mala idea reservar un espacio para follódromos: una habitación con luz tamizada y una cama redonda donde echar un polvo con quien se preste. Total, son diez minutos y sales relajado y luego rindes más en tu puesto de trabajo. Te desentumeces, desconectas y profundizas en el conocimiento (carnal) de tus compañeros sin tener por qué sufrir una cena superpesada o una excursión aburridísima. Claro que la propuesta sólo funcionaría a pleno rendimiento entre bisexuales de ambos sexos (o por lo menos, de uno).

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me parece una idea estupenda la del follódromo de empresa. Efectivamente, para qué buscar excusas de cenas o salidas a la calle a fumar. Y difícilmente se podría encontrar un modo mejor de vincularse con el puesto de trabajo. Debemos incluir en las reivindicaciones laborales la exigencia de ese espacio. Es preciso que de una vez por todas las empresas asuman su parte de responsabilidad en la conciliación de la vida laboral y extrafamiliar.